Al enterarse la princesa que el príncipe le era infiel en tierras lejanas, sufrió una crisis que la mantuvo algunos meses en el lecho con una fiebre que no hubiera soportado el más bárbaro de los guerreros. Luego de esto se levantó como si solo hubiera transcurrido una noche de insomnio y llamando a sus doncellas, les ordenó que salieran del castillo y buscaran a todos los mendigos, leprosos, idiotas, asesinos y prisioneros de guerra, dentro y fuera del reino. Cuando sus órdenes fueron acatadas, hizo que metieran en un gran salón a todos los invitados y mandó que les quitaran las ropas. Luego, entrando desnuda, exhibiendo su extraordinaria belleza, los miró a todos y les mando masturbarse pensando en ella. La decadente multitud desconcertada, pero sin la mas mínima muestra de pudor, se puso manos a la obra. Todos agitaban sus miembros sucios y hediondos, como si fueran un par de dados que les darían la fortuna. La princesa, cuando notó que la abyecta jauría estaba a punto de eyacular, se lanzó al piso decorado con exóticas alfombras, y exigió que se vaciaran sobre ella si no querían ser decapitados. Una inverosímil lluvia de semen bañó el rostro de la princesa, y ella, como poseída, abrió las piernas y dejó que el pestilente fluido penetrara en sus convulsivas carnes sin castidad. Todos descargaron hasta la última gota sobre la princesa que yacía extasiada, retorciéndose como una lombriz cuando es cortada en dos mitades; felizmente atrapada en una placenta hecha con las semillas mas degeneradas del reino. Luego, a todos se les entrego su ropa y una moneda de oro para que regresaran a sus miserables vidas. Las doncellas dejaron a la princesa en el salón dos días así como les mandó, y luego la fueron a buscar para llevarla a sus aposentos y cuidarla los nueve meses que eran necesarios para la formación y el nacimiento del pequeño. Cuando pasó el tiempo necesario, en el que se decía que la princesa había enloquecido porque hacía meses no pronunciaba palabra, nació la criatura o como algunos dirían después, ¡Nació el monstruo! Las doncellas al ver lo que venía saliendo del interior de su señora, gritaron y huyeron aterrorizadas porque ninguna de ellas aceptaba que en la naturaleza existiera un ser como aquel que no fuera hijo del mismo Satán. La princesa con las piernas sucias de sangre y jugos amnióticos, siguió pujando para que pudiera terminar de salir la criatura. Pasados unos segundos perdió el conocimiento, pero cuando volvió en sí, descubrió a su hermoso hijo moviéndose en silencio, esperando a que su madre le diera el primer abrazo. Inexplicablemente en ese instante entró en el aposento, el tan esperado príncipe que acababa de llegar de la guerra. Este, viendo lo que yacía sobre las sabanas, lanzó un grito y desenvainó su espada, intentando matar al esperpento. La princesa poseída por la fiebre y la locura lo protegía como si fuera el ser más hermoso en todo el universo. El príncipe no lo podía creer, y furioso le atravesó con la espada el corazón. Luego de apartar el cadáver con desprecio, vio como el recién nacido se retorcía entre las sabanas con hermosa morbosidad. El príncipe no entendía cómo pudo pasar; en la cama yacía un miembro masculino gigante, robusto y lampiño, sin piernas y sin brazos. Una verga obscena con el sexo de una niña. El príncipe no lo podía creer: el bebé era una picha nacida con una pequeña vagina que esperaba desarrollarse para ser desvirgada y crear una nueva raza. Pensó en no dejar jamás con vida a tan despreciable monstruo. Cuando levantó su espada para darle fin a su existencia, el neonato eyaculó sobre sus ojos, dejándolo ciego. La criatura –la verga- escapó rodando por los bruñidos pisos del castillo. Juró en su extraña lengua de erecciones y palpitaciones que se vengaría porque el mundo no supo valorar a esa nueva especie, producto de la imaginación de su santa madre… y sin más, se sumergió en las sucias aguas de la única cloaca que había en el pestilente reino.
Por El Señor Underground
buenooo!
ResponderEliminarLo grotesdo se hace patente en la literatura del .
ResponderEliminarEs un buen texto; aunque perverso al imaginarlo en su lenguaje de erreciones.
Grotesco; fría narración de excitación tan perdida en lo sueños eróticos. Genial; sorprende de una. Un solo corte de carne... Una verga descarnada.
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