miércoles, 29 de junio de 2011

El Ave Superior

El águila nunca perderá su raza
y abandona la vida batallando,
                                                  es verdad
Pero mientras en su vuelo orgulloso ve las cabezas de todos
Alguien la observa desde otras alturas.
Y no es Dios


por Juan David M. Mogollón

lunes, 27 de junio de 2011

Monstruos

A  Joaq Ramir

En el Rincón más apartado de un parque, dos hombres se acaban de encontrar. Uno es de edad madura y va vestido presuntuosamente. El otro es un joven que no supera los veintitrés años; va vestido con ropas desgastadas, que evidencian el estado de miseria en el que se encuentra. El primer hombre mira hacia todos lados manifestando unos nervios ridículos, como temeroso de que alguien  pueda verlo a esas horas de la noche, hablando con aquel otro de, al parecer, dudosa reputación.

Teratólogo: ¡Anoche apareció en mi jaula su última materialización onírica!
Visionario: ¿Qué sucede?
Teratólogo: Le pedí una creación que atentara contra el sentido común, no una aberración que atenta  contra  lo irracional.
Visionario: Me pidió un espécimen raro que sorprendiera a la ciencia y a los hombres, para así grabar su nombre en la historia de la teratología…
Teratólogo: Con una cosa como esa seré expulsado de la academia y se me acusará de haber descendido al infierno a cazar demonios.
Visionario: No lo entiendo… ¿Qué es lo que tanto le perturba de la criatura?
Teratólogo: ¡Por Dios, no sé qué clase de concepción tiene usted de la realidad, pero déjeme decirle que si estuviera en mí el poder, lo castigaría por tener sueños tan morbosos y osar materializarlos en este espacio armónico!
Visionario: ¿Espacio armónico? ¡El hombre y la razón son una materialización en masa de un sueño abyecto que con el tiempo robó el manto de lo normal y disfrazó sus asquerosas imperfecciones!
Teratólogo: No se justifique… ¡usted es peor que ese monstruo que ha creado!
Visionario: ¡El Síndrome de Frankestein!
Teratólogo: ...
Visionario: Buscan una verdad y al encontrarse con ella se horrorizan, intentando por todos los medios destruirla, sin saber que ella no es más que la manifestación de lo insano de sus espíritus. 
Teratólogo: ¿Cómo se atreve a llegar a ese nivel de cinismo? No he creado nada que atente contra la naturaleza… usted fue quien trajo a esté  mundo a esa maldita….
Visionario: En cierta medida no se equivoca, pero no olvide que he soñado a esa criatura miserable porque usted así me lo pidió como pago por una deuda. Su voluntad le dio impulso a mi imaginación. Son tantos sus anhelos de gloria en el Mundo Científico que proyectó sobre mí, una vorágine de extravagancias que inevitablemente hicieron que mis pensamientos colapsaran, dando como resultado el nacimiento del rey de los monstruos… El más perfecto de los anormales.
Teratólogo: ¡Maldito!
Visionario: …
Teratólogo: ¿Cómo pretende que estudie a ese inclasificable engendro de la contranatura?
Visionario: Usted es el científico…
Teratólogo: Para saber lo que es, tendría que inventar una nueva ciencia mezclando la teratología, la superstición y la esquizofrenia. Una ciencia irracional que descarte lo científico y aplique el método Neuro-caótico que se caracterizaría por no buscar la solución de problemas sino que se concentraría en crearlos. Una contraciencia nacida de la locura… sus laboratorios estarían ubicados en los, tan últimamente superpoblados, manicomios.
Visionario: ¡Usted será creador de ciencia tan necesaria para los hombres de esta era!
Teratólogo: ¡No, desde que usted dio nacimiento a esa criatura, se convirtió en el padre de “La Ciencia Ominosa De Las Pesadillas”!
Visionario: ¿Por qué siente tanto desprecio por la llave que abrirá la puerta del respeto de la ciencia?
Teratólogo: Su maldito monstruo… De no ser un iniciado habría perdido la razón al contemplar la perfección de sus imperfecciones… ¡Su monstruo posee todos los atributos de lo ilícito para los hombres!
Visionario: …
Teratólogo: Para utilizar algunos de los términos científicos con los que normalmente se designan algunas malformaciones y fenómenos del cuerpo, se podría decir que su esperpento padece de: exceso de Aneurismas en toda la epidermis. En dos de sus cabezas padece Microcefalia, con tendencia en una de ellas a la Anencefalia. En sus otras tres cabezas encontramos una Macrocefalia crónica afectada por el aumento de contenido líquido Cefalorraquídeo en el cráneo, también conocido este fenómeno como Hidrocefalia.
Visionario: Lo mío son los sueños  y materialización de realidades… ¡los de mi naturaleza no sufrimos del mal de bautizar lo innombrable!
Teratólogo: ¡Cállese y escúcheme! Ese monstruo padece de Hiperpatía, que es la sensación exagerada de dolor producto de una hernia cerebral. Tiende a padecer episodios de Acatisia y Acinesia lo que lo convierte un ser impredecible… si es que esa cosa puede tener un ser…
Visionario: Todo posee un Ser en el universo, incluso las palabras técnicas con las que no debe ser nombrado.
Teratólogo: Déjeme decírselo de una forma en que me entienda: El cuerpo de ese aborto está formado por la simbiosis de órganos que ahora parodian la función para lo que fueron creados. Miembros masculinos con bocas voraces devoran a miembros femeninos con ojos. Corazones obscenos bombean sustancias pestilentes a extremidades de mamíferos, reptiles, anfibios e insectos. Una boca babeante en la espalda mueve una lengua blasfema que desciende hasta el ano de donde salen manos que aprietan testículos palpitantes. Intestinos colgando con las cabezas, como joyas que embellecen una concepción aborrecible de la estética; como si la idea de lo Interno no existiera y se encontrara placer en exhibir, eso monstruoso que debemos esconder y olvidar para no horrorizarnos. Tumores de todos los tamaños llenos de semen, sangre, pus, saliva, parásitos y excremento. Una nauseabunda gangrena que devora la carne y la vuelva a escupir con una consistencia inconcebible por la anatomía; como dando un espectáculo de lo… de lo…
Visionario: ...
El hombre de edad madura no puede contener las nauseas y suelta sobre sus elegantes ropas, un chorro de vomito que culmina en los pies del joven.
Teratólogo: Prométame que hará que ese monstruo desaparezca… prométame que me concederá la amnesia…
Visionario: Ese que llama monstruo es la manifestación carnal del panteísmo. El soñador puede hacer más por los hombres que mil teorías y mil experimentos, pero no le importa, prefiere la soledad de sus aventuras en los laberintos de su cabeza.
Teratólogo: ¡Está enfermo… su cabeza es el único monstruo que la teratología debería estudiar!
Visionario: No.
 El joven mira hacia la salida del parque e intenta marcharse, pero el otro lo toma de la mano y lo mira suplicante.
Teratólogo: Prométame que liberara  al mundo de ese monstruo repugnante…
Visionario: El mundo recibirá lo que merece… será destruido por el monstruo padre de todas las monstruosidades: El Hombre
Se marcha dejando al científico arrodillado, llorando con sus ropas sucias de vómito.
Teratólogo: ¡Maldito… has condenado a la humanidad!


 por El Señor Underground

sábado, 25 de junio de 2011

El Taller

Sentía que su situación era igual que a la de García Madero en la primeras páginas de Los Detectives Salvajes, cargado de una profunda indiferencia. Asistía todos los sábados sin falta al taller literario, con la extraña certeza de que lo bueno no ocurriría en la sesión, sino, posteriormente, cuando acompañado de dos o tres compinches “que pensaban como él”, se sentaba a fumar y a discutir de literatura o cualquier otro asunto, en las bancas de aquella plaza tan concurrida, las noches de viernes, por maricas, drogos e intelectuales de bolsillo.
Con el pasar de los meses descubrió que un gran número de los integrantes del taller tenían una concepción de la literatura basada en el armazón tan  poco imaginativo de la academia. Todos se movían como fichas de un juego sin nombre donde lo importante no eran los jugadores, ni el juego, ni el premio; solo un anesteciamiento de la conciencia, -Una “Matazón” del sentido indefinido y maravilloso de la creación-.
Mucho de sus allegados, que conocían su naturaleza de animal solitario, le preguntaban qué lo había llevado a ingresar al taller. Él, en su jerga de burlón les respondía mientras aspiraba del cigarrillo: -Quiero que en mi biografía digan que tuve la costumbre de asistir a talleres a observar el fusilamiento de los sueños idiotas de aquellos que creen que la literatura no es un tráfico de besos y caricias-. Muchos se reían sin saber a qué se refería.
Tenía la costumbre de imaginar genocidios, mientras el director y los integrantes del taller, disfrutaban su papel de médicos forenses, diseccionando las partes inertes de “Textos prematuramente abortados” por la matriz de la borrachina madre literatura. A veces soñaba que los miembros del grupo eran palabras escritas con lápiz y que, con un borrador tenía el poder de borrarlos de la faz de la hoja absurda, que pensaba, era el mundo.
Su presencia, como la de todos en el taller, era prescindible, pero algo no careciente de ridiculez hacia que todos los sábados se despertara a las siete de la mañana, y después del ritual de la ducha y el desayuno se abalanzara contra el tráfico omnipresente de la ciudad, rumbo a la universidad pública, sede del encuentro entre Inquisidores-Víctimas y las Victimas-Inquisidores.
Esto le había llevado a pensar que El Taller era una criatura con una autonomía desconcertante que bien podía “existir” sin la presencia de alguien; una criatura abstracta con características de matadero, trinchera, burdel, hospital, cementerio y cárcel. Sus sospechas se confirmaron mientras una mañana el grupo, en silencio, analizaba un cuento. Primero escuchó un rumor como proveniente de un agujero, un rumor como de agua y lamento. Luego, sin más, escuchó una voz gutural “que no era más que la voz de todos los miembros del taller” -Lárgate maldito, crees que eres más listo que todos aquí, por un par de lecturas y por los patéticos experimentos de escritura llenas de anacronismo. Nadie quiere tu maldita presencia en esta reunión; eres una piedra en el zapato... que la madre creación se apiade de tu alma!-. Él, después de salir de la sorpresa y entender que esa voz era la materialización de los pensamientos de los talleristas, solo respondió: -Jódete-.

Desde ese día su presencia en las sesiones se volvió taciturna y era poco o nada lo que comentaba de los textos a valorar. Todos estaban consternados. Una mañana, dos meses después del suceso de la voz, mientras analizaba uno de sus textos, titulado “El Taller”, sin previo aviso, sacó de su mochila con violencia un gigantesco cuchillo de cocina y grito: -¡Voy a matar al taller!, ¡Voy a matar el taller!-. Todos se levantaron de sus puestos invadidos por el pánico porque sentían que era una venganza personal contra cada uno de ellos. Él, con la boca retorcida y los ojos inyectados de sangre como un toro y con las palabras que se le atragantaban en el intento de pronunciarlas, exigía que le trajeran El Taller para matarlo y salvar a la literatura. Todos ignoraban que deseaba acabar con la vida de la Criatura; del Monstruo que era El Taller.
Dos horas después yacía amarrado en la parte trasera de una patrulla de la policía, lanzando maldiciones contra El Taller y sus sacerdotes, los talleristas. Todos los que habían estado presentes, contaban ante las cámaras que no se explicaban cómo no los había matado, dado el tamaño del arma cortopunzante y la furia del agresor. En la emisión del medio día del noticiero 666, la presentadora con gestos de fingida preocupación, informó que en la ciudad X, un joven escritor X, que hacia parte de un taller X, trató de matar a sus compañeros porque éstos eran intolerantes con los despojos que éste escribía. Contaba que después de varias horas de forcejeo y negociaciones, la fuerza pública había logrado hacerlo “entrar en razón” garantizándole que si bajaba el arma, ellos le ayudarían a acabar con el taller.
 Luego de eso, las sesiones del taller suspendieron por cuatro meses hasta que los más afectados olvidarán el incidente. Él, duró dos años internado y tres en terapia, para convencerse que El Taller no era un monstruo, sino, un grupo de personas que se reunían para compartir sus textos y hablar de literatura. Algunos amigos que le visitaron en su estadía en la casa de reposo, lo encontraron tranquilo escribiendo cartas a escritores consagrados ya fallecidos.
El doctor que llevaba su caso se sorprendió un día, al encontrar entre sus cosas el borrador de una carta escrita a Rimbaud que decía:

Todos los ataques en contra del soñador transgresor son producto de una conspiración de un monstruo llamado “El Taller”. Usted, como yo, es víctima de su influencia. Los dos sabemos lo que es la desesperación y la incredulidad de los hombres. Usted en el infierno, yo en el vacío. Aún recuerdo, antes de que me encerrarán aquí, la voz del Taller gritándome: “¡Perdiste como los demás, yo soy la literatura, soy quien decide quién se queda y quien se va!”
Es doloroso no poder salvar a los soñadores del futuro, es dolorosa la vida...
Para crear hay que destruirse...
Yo me destruiré intentando matar al monstruo…
 Yo mataré al Taller...
Yo mataré al Taller...
 Lo prometo...

Por El Señor Underground