Toda la tarde comieron dulce en la playa, devorando toda la variedad que les ofrecían los vendedores: caballito, alegría, cocada, de todo. Uno de ellos manifestó su hastío, sin dimensionar la peligrosa presencia de los vendedores de dulce, de quienes recibió una amarga mirada. Una señora se acercó y les ofreció unas empanadas de pollo. “¡Algo con sal, por fin!” fueron las palabras que salieron de la boca de otro. Una imprudencia mayor que la anterior. Aún no se habían dado cuenta de los aguijones que esconden bajo los pantalones, rotos en el fundillo, los vendedores de dulce. Son una especie de prolongación de la columna vertebral, eréctil y punzante. Los vendedores de dulce los fueron rodeando y ellos sentían que con cada mordisco que daban a la empanada de pollo, la furia aumentaba y de cuando en cuando dejaban ver con descaro los aceitados aguijones emergiendo de sus pantalones. Tuvieron que parar. Uno de ellos les ofreció nuevamente un dulce, sin decir una palabra, sólo con una enorme sonrisa en la boca, mientras sentían la puya de los aguijones amenazando romperles la piel. Estuvieron dándoles dulce hasta que se les dio la gana. Comieron de todo: guandú, enyucado, dulce de papaya, de corozo… Al final de la tarde, vaciaron los bolsillos para pagar lo que les exigían… Entonces, la señora de las empanadas, abrió unas alas cimbreantes y voló con un evidente gesto de satisfacción y detrás de ella, todo el séquito de vendedores, hasta algún panal no muy lejano.
Por William Hurtado Gómez
Felicitaciones William.
ResponderEliminarRealmente me gustó el despliegue de imaginación que haces en este relato. Soy amigo de este tipo de narraciones, y debo decirte que me parece muy buena la forma en la que empleas el lenguaje literario para recrear de forma tan imaginativa una situación tan cotidiana. Hay en este texto (para mí) el requisito fundamental para que un cuento de esta naturaleza funcione: el asombro. Creo que esto es producto de ese arduo trabajo en el ámbito del teatro y las demás facetas con las que interactúas y buscas contagiarnos a todos. Realmente te felicito por tan buen relato.
Jesús David Buelvas
literariaymas.blogspot.com
Gracias por tu comentario, Jesu. Un abrazo.
ResponderEliminar