Taller de creación literaria de la Universidad de Cartagena, dirigido por el profesor Raimundo Gomezcasseres Valverde, sesionando todos los sábados a las 9:00 a.m. en la sede centro (Claustro de San Agustín) de la U de C.
lunes, 9 de diciembre de 2013
CURIOSIDADES LITERARIAS V: LA EDAD DEL DISCURSO
¿A qué edad se gana el Premio Nobel de Literatura? Hasta el momento el Premio Nobel de Literatura ha sido entregado a 110 escritoras y escritores. La edad promedio de los ganadores del Premio es de 64 años. En los últimos 10 años la edad promedio es de 69 años. A continuación compartimos la lista con la edad de todos los ganadores del Nobel de Literatura en el momento de recibir el galardón.
http://guialiteraria.blogspot.com/2013/12/edad-ganadores-premio-nobel-literatura.html
CONSEJOS DE JULIO RAMÓN RIBEYRO
El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo.
La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada, y si es inventada, real.
El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto, mejor. Si no logra ninguno de estos efectos, no sirve como cuento.
El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin aspavientos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.
El cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.
El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.
El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
En el cuento no deben haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.
El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.
10 NOVELAS PARA LEER EN UN DÍA
A veces leer una novela es un reto por cuestiones de tiempo o porque su extensión nos abruma. Sin embargo, existen varias novelas cortas, muy buenas además, que solo necesitan de unas pocas horas para ser leídas. Algunas de estas son llamadas Nouvelles y suele discutirse si son más bien un cuento largo.
Compartimos aquí una lista de 10 novelas que podrías leer cada una en un día.
¿Qué otra recomiendan?
1. Pedro Páramo - Juan Rulfo
2. Seda - Alessandro Baricco
3. El coronel no tiene quien le escriba - Gabriel García Márquez
4. Noches blancas - Fiodor Dostoievski
5. La invención de Morel - Adolfo Bioy Casares
6. La metamorfosis - Franz Kafka
7. El pozo - Juan Carlos Onetti
8. Fantasmas - Paul Auster
9. La muerte de Iván Ilich - León Tolstoi
10. Los cachorros - Mario Vargas Llosa
¿Y POR QUÉ NO... ISAAC ASIMOV?
Isaac Asimov es uno de los grandes autores de la Ciencia Ficción, además de ser un autor prolífico con más de 450 títulos publicados de literatura, historia y divulgación científica. Compartimos aquí una lista de20 Cuentos de Isaac Asimov que pueden leer online.
http://lecturasindispensables.blogspot.com/2013/09/cuentos-isaac-asimov.html
lunes, 2 de diciembre de 2013
UNA INVITACIÓN...
La Universidad de Cartagena, el Programa de Lingüística y Literatura
y la Sección de Publicaciones
invitan al lanzamiento del poemario
La pupila incesante
de Rómulo Bustos Aguirre
"Veo las nervaduras de la hoja
en que el riguroso dibujo del invierno
ha transformado el árbol
Me acerco un poco más y la contemplo
Ahora sospecho sobre mí otra mirada
que me contempla (...)"
Jueves 5 de diciembre de 2013
Hora: 5:00 p.m.
Lugar: Biblioteca José Fernández Madrid
(Claustro de San Agustín)
CURIOSIDADES LITERARIAS IV: LLÁMENME COMO NO ME LLAMO
Gran cantidad de famosos escritores han optado por firmar sus obras bajo un seudónimo o Pen Name. Las razones son variadas: por utilizar un nombre menos común, por cuidar la privacidad, como estrategia publicitaria, para evitar la censura o las persecuciones, para alejarse de la sombra de algún familiar famoso o por la libertad de escribir sin ningún tipo de presiones.
Aquí algunos de los más conocidos: http://guialiteraria.blogspot.com/2011/11/seudonimos-de-escritores.html
PARA QUE TE ANTOJES...
20 Inicios de Grandes Novelas de la Literatura Universal
http://lecturasindispensables.blogspot.com/2013/10/comienzos-grandes-novelas-literatura-universal.html
CONSEJOS PARA ESCRIBIR DE KURT VONNEGUT: "AL DIABLO CON EL SUSPENSE"
Kurt Vonnegut
Utiliza el tiempo de un completo desconocido de forma que él o ella no sienta que lo está malgastando.
Dale al lector al menos un personaje con el que él o ella se pueda identificar.
Todos los personajes deben querer algo, aunque sea un vaso de agua.
Cada frase debe hacer una de estas dos cosas: revelar un personaje o hacer que la acción avance.
Empieza tan cerca del final como te sea posible.
Sé sádico. No importa cuán dulces e inocentes sean tus protagonistas, haz que les pasen cosas horribles (para que el lector compruebe de qué madera están hechos).
Escribe para contentar únicamente a una persona. Si abres la ventana para hacerle el amor al mundo, o lo mismo para hablarle, tu historia cogerá una neumonía.
Dale a tus lectores toda la información posible lo más rápido posible. Para mantener el suspense Al diablo con el suspense. Los lectores deben tener una idea general de lo que está pasando, cómo y porqué, de modo que puedan acabar la historia ellos mismos; las cucarachas pueden comerse las últimas páginas.
¿Y POR QUÉ NO... JUAN RULFO?
El escritor mexicano Juan Rulfo es uno de los grandes exponentes de la literatura latinoamericana a pesar de su corta aunque genial obra.
Aunque solo publicó un libro de cuentos, de este recomendamos 10 cuentos de Juan Rulfo que están entre lo mejor de su obra.
martes, 26 de noviembre de 2013
Y YO QUIERO DAR GRACIAS... (BROMEO)
Compartimos 10 Discursos de Aceptación del Premio Nobel de Literatura. Unas lecturas que recomendamos ampliamente.
http://guialiteraria.blogspot.com/2013/09/discursos-premio-nobel-literatura.html
http://guialiteraria.blogspot.com/2013/09/discursos-premio-nobel-literatura.html
CURIOSIDADES LITERARIAS III: DESTINADOS A LEER DESDE LAS ENTRAÑAS
Te has preguntado: ¿qué gran libro se publicó el mismo año de tu nacimiento? Hemos reunido aquí una lista de grandes obras de la literatura (novelas, libros de cuento y alguna que otra obra de teatro), con el año en que fueron publicadas.
http://guialiteraria.blogspot.com/2013/09/libro-publicado-ano-nacimiento.html
¿Y Por Qué No... Haruki Murakami?
Haruki Murakami (Kioto, 1949), es un influyente escritor japonés, enemigo de los medios, pero amante del jazz. Según él mismo ha comentado, es este estilo musical el que le ha dado la inspiración para escribir. Tal como el trompetista y compositor estadounidense Miles Davis, para Murakami, la renovación, el cambio, y el constante movimiento es fuente de inspiración.
Murakami es uno de los escritores japoneses más importantes e internacionalmente aclamados de la actualidad. Autor de best sellers como Tokio Blues (1987), Kafka en la orilla (2002) y After Dark (2004), entre otros.
Los comienzos de este reconocido escritor en las lides de la literatura fueron un tanto tardíos. Según ha comentado, recién a los 30 años se sumergió en este mundo, al igual que su afición por los deportes. Murakami es casi un triatleta profesional, y esta disciplina junto con su fanatismo por el jazz, son la amalgama perfecta para sus creaciones.
"Escribo cosas raras, muy raras" ha dicho. Pero sus historias, que mezclan realidad y fantasía, son una especie de relato y reflejo de lo que sucede día a día. Por eso, la inmediatez y la sensibilidad con la que escribe cala tan profundo entre sus lectores. De hecho, esa realidad que trata de plasmar, es lo que también le brinda seriedad a sus escritos.
Pero parte de esa seriedad, es casi también un modo de ser pragmático, que implica un total rechazo a su fama en el mundo de las letras y una total aversión a ser reconocido. No va a fiestas, no le gusta aparecer en televisión y no ocupa ropa de diseñdor. Prefiere ser uno más dentro de la ciudad, un personaje del mundo, que pueda ir y venir sin problemas.
Universidad, traducción y más
Murakami estudió literatura en la Universidad de Waseda. Profesor en las universidades de Princeton y Taft, ha traducido al japonés a autores norteamericanos como Fitzgerald, John Irving, Carver o Salinger. Es la traducción de hecho otro de sus placeres y uno de los elementos que le permite acercarse al mundo occidental.
Su obra, subyugante, imaginativa y lírica a la vez, es ya una referencia ineludible de la literatura, por lo que ha recibido numerosos premios, entre ellos el Noma, el Tanizaki, el Yomiuri y el Franz Kafka.
El jazz
En más de una oportunidad ha dicho que fue Davis, Parker y otros influyentes músicos los que le dieron luces para internarse en el mundo de la escritura. Fue a los 16 años cuando sus padres le regalaron entradas para un concierto, que quedó enamorado de esta música.
Era 1964, y Art Blakeley y The Jazz Messengers estaban tocando en Japón. Fue el instante que cambió su vida, porque jamás había escuchado música tan sorprendente. Fue ese momento el que marcó la vida de escritor. "Me volví un gran fanático del jazz y más adelante, un escritor al cual el jazz le enseñó todo".
Es más, el ritmo es lo más importante según este escritor, porque es la magia que permite que todo fluya, y justamente eso es lo que se busca. "No quiero que entiendan mis metáforas, ni el simbolismo de la obra, quiero que el público se sienta como en los buenos conciertos de jazz, cuando los pies no pueden parar de moverse bajo las butacas marcando el ritmo", señaló en una oportunidad.
Murakami, consciente de su habilidad, no tiene estructuras pre establecidas, simplemente deja que las historias fluyan. "Creo que la libre improvisación es simplemente llegar a la esquina sin aliento para ver qué hay al girar en ella, con un sentimiento de excitación que debería ser transferido a los lectores, lo mismo que la sensación de libertad", asevera.
FUENTE: http://www.altonivel.com.mx
Henry Miller y Haruki Murakami: la disciplina como fundamento de la escritura: http://faenasphere.com/es/content/henry-miller-y-haruki-murakami-la-disciplina-como-fundamento-de-la-escritura#!/
7 CUENTOS DE HARUKI MURAKAMI: http://lecturasindispensables.blogspot.com/2012/12/7-cuentos-de-haruki-murakami.html
lunes, 25 de noviembre de 2013
UN CUENTO MÁS
BURBUJAS
Para Evlyn Rodgers.
Esta historia no es para menores de edad, aunque involucre a una niña. Su nombre es Laura, tiene diez años y es inquieta como el fuego. Antes del incidente con las burbujas, era una niña ordinaria. Usted pensará: ¿Qué hay de perverso en una burbuja? La palabra por sí misma no agrega demasiado. Y si me apresuran a contestar, diría que no hay nada de extraño. Pero no se trata de negar o de afirmar. Es prevención. En todo caso, alerte como pueda a todas las niñas. Dígales: <<Cuidado con las burbujas>>.
En la Plazuela de la Santísima Trinidad, una vez fugado el crepúsculo por las azoteas de los edificios, los niños se dispusieron a jugar sin avisar que el duro adoquín todavía caliente, llenaría de ampollas sus pies descalzos. Cartagena había sido atestada de turistas como una botella espera un tapón de corcho. En su mayoría eran aventureros dispuestos a recorrer Latinoamérica con una mochila a cuestas. En cada parada del recorrido necesitaban obtener algún dinero extra de un trabajo ambulante. Como malabares en los semáforos, artesanías en los andenes, y en lo referente a esta historia, con burbujas. Sí, un burbujero. Crear formas de animales con agua de jabón, no es tarea fácil, no se engañe.
Es un viernes cálido y sin brisa. La Plazuela plagada de niños, estudiantes con el apuro de embriagarse, y puestos de comida rápida con un olor chispeante. Como cualquiera, el burbujero montó su negocio repartiendo burbujas por el aire. Nadie se acercaba. Disfrutaban perseguirlas. Entonces se acercaron Laura y una amiga. Pagaron una cuota modesta para divertirse con una escudilla llena de agua de jabón y con un pitillo de refresco con un aro en voluta en uno de sus extremos, el cual hundía en la escudilla y soplaban hasta quedar sin resuello. La burbuja surgía alargada, levitando con lentitud y pesadez por la Plazuela. Sin embargo, una burbuja ya es efímera –comparado con el aleteo de una mariposa–, como para que una caterva de niños adictos a las golosinas, se dispongan a explotarlas con una rama filosa. La amiga de Laura sabía la simpleza del juego: lanzar y explotarlas. Pero Laura observaba con arrobo como el burbujero hacía formas de carros, tortugas y perros. Deseaba con angustia imitarlo. Ser la mejor artista de las burbujas.
Para tal empresa, lo interrogaba antes de soplar el pitillo. Le preguntaba sobre cómo podía aparecer un elefante y sobre el elefante, un pájaro; a lo poco, sin pretensiones, un gusano con varias jorobas. El burbujero no contestaba. Laura copiaba los movimientos, los ángulos de los brazos, la mueca de los labios, pero solo surgía una burbuja redonda y con chichones como una granada que se arrastraba por el piso para estallar con un zapatazo. Mientras las del burbujero llegaban a la cúspide de la iglesia, majestuosa y brillante, se detenían como un ornamento y daban la impresión de explotar cuando aplaudía.
Transcurrieron cuarenta minutos y Laura se vio obligada a devolver el pitillo y la escudilla vacía. La amiga se confundió en la horda de niños corriendo en los giros de un balón. Laura no. Rogaba los secretos del arte de burbujear. Sin más dinero y sin garantías de conseguirlo, sus suplicas eran bagatelas para los oídos del burbujero. Este recogió sus cosas y se cambió a otra plaza. Intentaba reunir la tarifa para una habitación de mala muerte. Laura lo siguió, implorándole como un lazarillo en busca de pan. Laura es muy joven y desconoce que el arte es un trabajo arduo y de una dedicación impresionante, no un secreto rendido a voces.
La noche avanzaba en la ciudad y las plazas fueron abandonadas al ocre de los faroles. Un cielo tornasolado, plano y con una luna de colmillo, consolaba el hambre del burbujero. Al menos llegó a completar para la habitación en una residencia de la calle De La Media Luna. Un edificio descascarado, a partes carbonizado y con gárgolas de prostitutas sobre el umbral de la recepción, contemplando la eternidad en el acordonamiento de reparación del parque Centenario. Laura dejó que pagara con objeto de entrar a la recepción y seguirlo por las escaleras de cuarteados barandales. Se acercó a su habitación y tocó, despacio y numerando cada toque hasta que se franqueó la puerta.
* ¡Por favor! –suplicó, las lágrimas eran finas–. Enséñame.
El burbujero estaba descamisado, el tórax enjuto, maloliente y andrajoso igual al común de los viajantes, pero con unos ojos azules pálidos y el cabello bruno como trigo. Llevaba unos jeans roñosos.
* ¿Por qué tanta insistencia? –inquirió en un español artesanal. Miró el fondo del pasillo por sí las amigas también se habían acercado–. ¡No es fácil ser burbujero!
La catadura de Laura era imponente, convencida y con ese anhelo del que ignora los tormentos de una vocación.
* ¡Quiero dominar las burbujas! –confesó–. Ser la mejor.
El burbujero estuvo callado. De pie en el umbral, atisbaba la piel canela de Laura, su cabello rizado, y unos labios diminutos y rosados. Deducía que no traía dinero.
* ¡Listo! –aceptó. Pero antes que Laura saltara e hiciera un alboroto en el pasillo, la sostuvo por los hombros y con una pronunciación lerda, agregó–: No grites; entra.
Laura afirmó y entró a la habitación. A sus espaldas se escuchó el ruido seco de la puerta contra el marco y el golpe metálico del picaporte.
* Quédate quieta –aconsejó el burbujero, recostando a Laura sobre el catre de colcha mullida–. Yo lo haré todo. Tú tranquila y no grites.
Asintió con sus enormes ojos cafés. El burbujero se acostó a su lado, se desabotonó el jeans, bajándoselo a la altura de las rodillas.
* Cierra los ojos y no grites –dijo, corriendo sus manos dentro del bóxer–. ¡Nada malo te pasará!
Laura obedeció.
En la oscuridad de sus párpados la impaciencia y los nervios de enfrentarse a los secretos del arte de las burbujas, tensionaron sus dedos, apretando, como un paciente mal anestesiado, la colcha mullida. El burbujero hincó las rodillas en el borde del catre, meciéndolo en sus apoyos de acero. Después el catre se estabilizó y no hubo más movimientos. El silencio pasó a ser una respiración agitada y un latido pujante que Laura previno venían del burbujero. Luego, su cuerpo se relajó, dejó de sentir la colcha debajo de su espalda, y escuchó un suspiro de placer al tiempo que parecía estar acostada en una blanda superficie.
* Abre los ojos –susurró el burbujero. Su voz era lejana como si procediera de un piso inferior–. Sin miedo; ábrelos –repitió–: No grites.
Sobre el envés de sus párpados cerrados, se formaron manchas rojas causadas por la luminosidad del bombillo. Un aroma enrarecido acompasó su respiración.
* Vamos, niña –presionó–; ábrelos.
Abrió los ojos despacio. Cuando se acomodó a la luz, se dio cuenta que el bombillo estaba delante de sus narices, pero en el otro extremo de una pantalla cremosa que se interponía a la vista. Respiraba con dificultad, flotando dentro de una burbuja. Flotando por la altura de la habitación incrustada en una burbuja como un muñeco en un tazón de gelatina. Casi rozando el techo, no había nada sosteniéndola, salvo la levitación de la burbuja, observando desde arriba la pequeña y sucia habitación. El burbujero acostado en su catre con las manos ocupadas en su bóxer. En una esquina estaban apiladas una serie de escudillas vacías y tarros sin agua ni detergente, en una inutilidad extraña a Laura, porque desconoce con qué líquido se había formado la burbuja en que flotaba. Una burbuja espesa, pegajosa, traslúcida en partes, y del color blanco de la nata. Una textura que Laura no asimila a la del jabón, pero que se divertía al poder suspenderse en su interior. Siempre con los labios muy apretados.
La burbuja descendía al quedarse quieta y subía a cada pedalazo. Parecía que podía guiarla a voluntad. Estuvo así, flotando por el aire, caminando a gatas, inmersa en la burbuja hecha a la medida, sin prevenir su aproximación a la ventana abierta. Intentó hablar para ser auxiliada por el burbujero, pero la voz hizo ondear la superficie de la burbuja al igual que una piedra tirada en el agua en reposo. Recordó el “no gritar” y se tapó de golpe la boca. Pedaleó, rápido y desaforada para retroceder o frenar, pero la burbuja iba de lleno contra la ventana. Despavorida por no salirse de la habitación y caer sobre la calle, Laura no tuvo más acierto y gritó. Un grito ríspido y urgente. Un grito que primero desató una onda vibratoria por toda la textura de la burbuja, se concentró en el frente para finalmente estallar con un estruendo pirotécnico. Laura cayó de nalgas sobre el suelo.
* ¡¿Qué pasó?! –dijo el burbujero, recobrando la postura por la explosión.
Laura estaba sentada en el suelo, untada por completo del fluido blanco color nata con que el extranjero infló la burbuja. La envolvía como una membrana resbaladiza, escurriéndose por todo su cuerpo.
* Grité –respondió, golpeando el suelo con sus manos–. Me iba a salir por la ventana.
En un conato de ayuda, el burbujero se levantó del catre, subiéndose los jeans. Antes de acercarse, Laura entreabrió los labios como un pez y burbujeó dos esferas diminutas; levitaron a ras de piso y se explotaron en los pies del burbujero.
* Mira –dijo, con el interior de la boca chorreada–. Puedo hacerlo –terminó de decir, expulsando más burbujas–. He aprendido.
La piel amarilla del extranjero se puso más pálida de lo normal. Con terror de témpano comprobó cómo Laura arrojaba burbujas utilizando la sustancia cremosa de su boca. Hacía pucheros con los labios y la lengua entre salida para lanzarlas.
El burbujero agarró lo que pudo de su mochila y huyó del edificio antes que alguien más se enterara y lo detuviera.
Una prostituta que salía de su entrevista en el cuarto vecino, al acecho de la puerta abierta, encontró a Laura jugueteando con su boca. Le impactó la escena y llamó a la policía para que se encargara de la niña. Ni con sus experiencias de hielo y golpes, la prostituta pudo ser capaz de nombrar la sustancia que envolvía a Laura. Pero es que se mostraba contenta y satisfecha frente a lo ocurrido, que a riesgo de causarle un trauma los policías obviaron informarle. Empezaba a burbujear sus primeras figuras, y a pesar que eran torpes, atrofiadas y pesadas, Laura no dejaba de practicar para dominarlas. Lo que causaba más asombro en los espectadores de la estación.
Después del incidente la ciudad repudió los espectáculos callejeros de los extranjeros.
Sin embargo, a las seis de la tarde tañen las campanas de la iglesia y el único espectáculo de la Plazuela es exhibido. Laura aparece haciendo sus figuras de simetría perfecta. Es rodeada por la multitud. Entonces, no nos quedamos rezagados y buscamos un espacio para observar con atento cuidado el primer plano del espectáculo. Lleva un corpiño a rombos de colores con el vientre descubierto, el cabello recogido en dos trenzas, y un bombacho de poliéster carmesí. No lleva agua de jabón ni nada parecido. Ha crecido y su vista es confiable, tranquila y experta. Con una danza mueve el abdomen entre retorcijones como pliegues de una cortina, con el fin de inflarlo y hacer ascender un globo de aire por su esófago. Entonces, agita los brazos como un par de alas y abre su boca para dejar ver la misma sustancia con que fue cubierta en la habitación, gargareando detrás de su lengua como agua en ebullición. Pasa el dorso de la mano sobre su boca en una ilusión y la cierra con un esfuerzo por no atragantarse; estira los labios con las mejillas abultadas y expulsa con un chiflido de neumático desinflado, una burbuja con la forma de un hombre, y de la mano del hombre, una niña. Levitan ligeros y majestuosos por la Plazuela. En ese instante, doblándose en una reverencia estridente de aplausos y flores, Laura es invadida por una orgullo incomparable, porque gracias a haber gritado, es que se ha convertido en una artista de las burbujas.
Hernán Grey Zapateiro
sábado, 16 de noviembre de 2013
LA OBSESIÓN POR CORTÁZAR
Desde Coloquio hemos reunido una serie de valiosos textos y vídeos sobre uno de los más grandes escritores latinoamericanos de la historia. Su obra ha conmovido no sólo a los lectores, sino también a demás escritores y artistas contemporáneos o no a él. Aquí está la muestra:
INTRODUCIENDO A CORTÁZAR
Sus Historias Naturales
Instrucciones
EL CORTÁZAR AUDIO-VISUAL
http://ejerciciosdeltallerc.blogspot.com/2013/11/especial-cortazar_3540.html
DE LOS AUTORES SOBRE CORTÁZAR
El argentino que se hizo querer por todos- Gabriel García Márquez.
Por eso queremos a Cortázar- Juan Rulfo
Borges recuerda cómo conoció a Cortázar
PARA CORTÁZAR
Culto y Tradición a Julio Cortázar-Jairo Hernán Uribe Márquez.
domingo, 3 de noviembre de 2013
CURIOSIDADES LITERARIAS II: LO QUE HACÍA MIENTRAS TANTO...
http://guialiteraria.blogspot.com.ar/2013/10/que-estudiaron-los-grandes-escritores.html
¿Y por qué no... Oscar Wilde?
“El mejor trabajo en literatura se hace siempre por aquellos que no dependen de esta para su pan de cada día, y la forma más alta de la literatura, la Poesía, no provee ninguna riqueza al poeta
Haz algún sacrifico por tu arte y te será recompensando, pero pide a tu arte que se sacrifique a sí mismo por ti y obtendrás una frustración mordaz."
http://networkedblogs.com/QwJmU
jueves, 31 de octubre de 2013
Vasos vacíos / Entrevista de Sean Penn a Charles Bukowski
Charles Bukowski nació en Andernach, Alemania, en 1920. A los tres años de edad llegó a los Estados Unidos y creció en Los Angeles. Actualmente reside en San Pedro, California, con su esposa, Linda. Famoso borracho, peleador y mujeriego, Genet y Sartre lo llamaron “el mejor poeta de los Estados Unidos”, pero sus amigos lo llaman Hank.
A continuación un link donde podrás disfrutar la entrevista que el actor Sen Penn hizo a este borracho, grosero, enfermo, peleador, impertinente, vago y, sobre todo, genio.
Escribí un cuento desde el punto de vista de un violador de una niña muy pequeña. Y la gente me acusó. Me hicieron entrevistas. Decían: ‘¿Le gusta violar a niñitas?’. Dije: ‘Por supuesto que no. Estoy fotografiando la vida’.
http://www.literalgia.com/?p=896
miércoles, 30 de octubre de 2013
Funes el “Memorioso” era uruguayo
Memorable personaje de Borges provenía de una familia de ganaderos
La noticia pasó desapercibida y luego ciertamente olvidada, quizás porque no tenemos la millonésima parte de esa capacidad que tenía Funes “el memorioso” para recordar todos los minúsculos detalles que le impregnaba deliberadamente la hipermesia, ese mal que parece un poder de superhérore, pero que al final no es más que una enfermedad mental.
LEER MÁS...
75 Años de la transmisión radial de "La guerra de los mundos" narrada por Orson Welles
El 30 de octubre de 1938, Orson Welles realizó una adaptación radial para la cadena CBS de la novela "La guerra de los mundos" de H.G. Wells. La emisión, de gran realismo, causó gran pánico en parte de la población de Nueva Jersey, que creyó que realmente se estaba dando una invasión extraterrestre. Este hecho llevó a la fama al joven Orson Welles de 23 años, quien tan solo 3 años después sorprendería dirigiendo una de las grandes obras maestras del cine: "Ciudadano Kane". En el 75 aniversario de la transmisión radial de "La guerra de los mundos", la compartimos aquí para que conozcan este particular evento que unió a la literatura y la radio.
domingo, 27 de octubre de 2013
UN CUENTO DE CAIO ABREU
JUANITO Y MARÍA
Cuando tuvo conciencia de lo que hacía, sus dedos ya habían aplastado el botón del portero electrónico. No conocía aquel edificio ni nadie que viviese ahí. Tampoco conocía la calle y si ocurriese algo, como un policía preguntando qué-hacía-allí-aquella-hora, no sabría responder. Sabía que era noche, que era domingo, y no estaba siquiera un poco borracho. Sabía también que no sentía nada especial, ni aun una vaga gana de aventura. Pero eso lo supo muy tarde, pues sus dedos (unos dedos algo gruesos y medio rojizos, que, vistos ahora, parecían raramente independientes) ya habían aplastado el botón, y su voz (una voz también raramente independiente, también gruesa y como que enrojecida por el frío) preguntaba:
— ¿Está María?
— Con la misma — oyó la voz femenina y sonriente saliendo distorsionada por los orificios del aparato.
Fue sólo en el elevador, aplastando el botón del séptimo piso, que se le ocurrió que no conocía a ninguna María (conocía muchas Marías, pero ninguna en especial), que podría no haber entrado, no haber abierto la puerta del elevador, no haber aplastado el botón. Pero nuevamente era muy tarde. El elevador subía, la fórmica amarilla doliendo un poco en los ojos. Cuando abrió la puerta, un rayo de luz en el corredor lo orientó hasta el departamento. Y, todavía entonces, podría haber regresado. De la misma forma que los dedos y la voz, ahora eran sus piernas, independientes, cargándolo hacia la puerta y hacia la mujer que lo saludaba sonriendo:
— Buenas noches — dijo él. Y antes de poder contenerse: — Yo soy amigo de Paulo.
— ¿Paulo? (Pero él tampoco conocía a ningún Paulo, o conocía varios, como todo el mundo, ninguno en especial) — Claro, Paulo. ¿Y cómo va?
La mujer se apartó para que él entrase. Había una lámpara prendida en un rincón, un sofá de plástico rojo imitando cuero, dos sillones iguales, una mesita con ceniceros y ningún cuadro en las paredes.
— Está bien, está muy bien. — La voz seguía diciendo cosas que él no pretendía decir. — Aprobó el examen, está muy contento. —Vio las cortinas un poco mugrientas y, detrás de ellas, el bloque de edificios tapando la visión.
Agregó: — Incluso está pensando en cambiar el auto por uno más nuevo, del año.
— Qué maravilla — la mujer sonrió nuevamente. — ¿No quieres sentarte?
Él se sentó en uno de los sillones. El plástico frío. Ahora controlaba los gestos, cruzando las piernas despacio y mirando a la mujer por primera vez. Debía tener un poco más de treinta años. Tal vez sea una puta de clase, pensó, acostumbrada a recibir visitas a esta hora. Sacó con cuidado la cajetilla de cigarrillos del bolsillo del saco.
— ¿Fumas?
Ella cogió un cigarrillo. Él revolvió los bolsillos buscando fósforos. No los encontró. Ella cogió sonriendo (sonreía mucho) un enorme encendedor de acrílico morado transparente de la mesita y encendió los dos cigarrillos, primero el de él.
— Me parece que es muy tarde — dijo él.
— ¿Tienes la hora?
— No.
Ella volvió a sonreír, mirando los propios puños.
— Yo tampoco. Hace unos cinco años que dejé de usar. Lo encontraba demasiado neurotizante, nunca lograba estar en un lugar mucho tiempo, siempre queriendo saber si era muy tarde.
Él hizo un movimiento hacia adelante con el tronco, estiró el brazo para alcanzar el cenicero. Ella se adelantó y empujó el cenicero. Después se sentó delante de él.
— Ahora cogí cierta práctica — siguió. — Esté donde esté, sea la hora que sea, soy siempre capaz de adivinarlo. ¿Quieres verlo?
Él hizo que sí con la cabeza, tratando de encontrarlo divertido. Grave, ella cerró los ojos, fingiendo concentración.
— Son las doce y veinte.
— Puede ser — dijo él — ¿No hay como confirmarlo?
— Sólo prendiendo la radio.
Él pensó que ella se iba a levantar para coger el radio (debería haber uno, probablemente a pilas). Pero ella no se movió.
— Yo tenía ganas de tener uno de aquellos radios con reloj incluido, ¿los conoces?
Él hizo que no con la cabeza
.
— Es así: pones el despertador para una determinada hora y eliges una radio. Entonces, en la hora que elegiste, en lugar de hacer ¡trrrrrrrrrriiiiiiimmmmmmm!, el radio se enciende automáticamente y empieza a sonar música.
— Debe ser bueno.
— Es maravilloso. Pero puede coincidir justamente con una propaganda, entonces no es así tan bueno. Pero creo que hay unas emisoras que sólo ponen música, ¿no es cierto?
— No lo sé. Nunca oigo la radio.
— Yo tampoco. Quisiera uno de esos — repitió. — Pero es tan caro. Creo que es cosa importada. Japonesa, americana. Aquí no hay eso — suspiró. — ¿Tomas algo?
— ¿Cómo?
— Te pregunté si quieres tomar algo.
— Pensé que todavía estabas hablando del radio.
— No, ya no estoy hablando más de eso — ella volvió a sonreír, despistada. Ahora estoy hablando de bebidas. Tengo coñac, whisky y chachaza. Con este frío debería tener vino. ¿No te parece que debería tener vino?
— No lo sé. Tal vez.
— Así es, pero no tengo. — De repente la voz sonó medio seca. — ¿Qué prefieres?
— Coñac — dijo. Y se quedó mirando mientras ella se levantaba para ir a la cocina.
Tenía movimientos mansos, el cabello oscuro un poco desalineado, usaba un vestido largo, de una tela que él imaginó caliente y suave. Miró alrededor, rápido, como si no quisiera que lo sorprendieran. No había casi nada que mirar. El sofá, los sillones, la mesita (superficie blanca de fórmica, piernas de madera), las cortinas, la puerta a la cocina, la puerta al pasillo y la puerta hacia adentro. Cuando volvió la cabeza, ella estaba nuevamente delante suyo, con los dos vasos de coñac. Él bebió.
— Está muy bueno — dijo.
— Calienta un poco, ¿no?
— Sí.
— ¿Tienes frío? — Él iba a decir que no, que ya no tenía, pero ella ya no atendía. —
Miraba por la ventana antes de que llegaras e imaginaba el frío que debe estar haciendo allá afuera. Las calles están vacías, ¿no?
— Sí que están.
— Y debe haber una pequeña capa de hielo sobre los autos parqueados, ¿no?
— Creo que sí, no me fijé bien en eso.
— Y cuando uno habla debe salir humo por la boca, así, mira. — Ella fumó el cigarrillo, lo apagó y soltó el humo despacio hacia arriba. — Pero allá afuera es aire condensado, no humo — rió. — Lo aprendí en el colegio.
— Es cierto — él concordó. Y apagó el cigarrillo.
Ella dejó de hablar. O loca, pensó él. O puta o loca. Pero ella era discreta y mansa, los cabellos caían en mechas desalineadas sobre la frente, el rostro un poco gastado, las cejas depiladas y corregidas en arco. Las uñas sin pintura, roídas — observó mientras ella llevaba otra vez el vaso a la boca, luego volvía a sonreír, los dientes irregulares, pero claros y pareciendo naturales. Se movió incómodo en el sillón. Si ella no dijese nada en el próximo momento, no sabría cómo actuar. Ella pareció adivinarlo. Puso el vaso sobre la mesa y preguntó:
— ¿Cómo era mismo tu nombre?
— Juan — mintió, la voz brotando antes de cualquier pensamiento.
— Es un nombre simpático. Medio antiguo, ¿no te parece? Nadie más se llama Juan hoy en día. Los chicos suelen llamarse Marcelo, Alexandre, Fabiano, cosas así. Las chicas son Simone, Jacqueline, Vanesa. Lo leo siempre en aquellos partes de nacimiento en el periódico; es lo que más me gusta leer.
Él no dijo nada.
— Hay cada vez menos Marías — siguió ella. — Y cada vez menos Juanes y Paulos. Excepto nosotros, claro. ¿Quieres otro coñac?
Fue entonces que él empezó a sentir como un peligro rondando. Ella había avanzado el busto hacia él. De repente tuvo certeza: ella también estaba mintiendo. Pensó preguntarle, pero la certeza fue tal que no era necesario. Además, la sospecha de que una pregunta así deshiciera todo — ¿Qué? Se levantó.
— Creo que ya me voy.
Ella no dijo nada.
— Es muy tarde.
Ella siguió sin decir nada.
— Tengo que trabajar mañana temprano.
Ella acomodó una de las mechas del cabello. Él se encaminó hacia la puerta. Estiró la mano para abrirla. Pero ella fue más rápida. Antes de que él pudiera completar el gesto ella estaba a su lado, y muy cerca. Tan cerca que sintió contra su cuello un aliento tibio de tabaco y coñac. El dorso de su mano izquierda rozó la tela del vestido largo. Caliente, suave. Bastaba menos que un gesto. Pero ella ya abría la puerta:
— Dicen que si el visitante abre él mismo la puerta no regresa jamás.
Él salió. El corredor de mosaicos helados.
— Vuelve cuando quieras — ella sonrió.
Él dio algunos pasos hacia el elevador. Ella seguía en la puerta. Antes de entrar en el elevador se volvió para encararla una vez más. Y no pudo contenerse.
— No conozco a ningún Paulo — dijo.
— Yo tampoco — ella sonrió. Ella siempre sonreía.
Él aplastó el botón de la planta baja. Pudo retener la puerta un momento antes de que se cerrase para gritar:
— Yo no me llamo Juan.
— Yo tampoco me llamo María — creyó oír.
Pero no estaba seguro. Difícil separar la voz sonriente del ruido de hierros del elevador. Ruidoso, jalando hacia abajo.
En la puerta del edificio, volvió a aplastar el botón del portero electrónico:
— Oye — preguntó — ¿no tienes un radio despertador?
— Por supuesto, en mi cabecera.
La risa llegó distorsionada a través de los pequeños orificios del aparato.
— Y tengo también una botella de vino. Pero ahora es muy tarde.
LA INICIATIVA QUE PROPONE DESCRITOS...
ACCEDE A ESTE NUEVO PROYECTO DE LOS MICRO-RELATOS Y ENTRA EN UNA COMUNIDAD DE ESCRITORES, LECTORES E ILUSTRADORES.
http://descritos.com/
CURIOSIDADES LITERARIAS
I: DEL TIEMPO Y SUS VICISITUDES...
Honestamente uno puede estar escribiendo hasta el día de su muerte
Roberto Bolaños
¿Cuánto tiempo tardaron los grandes escritores en terminar sus obras?
Fiodor Dostoievski escribió Crimen y castigo en algo más de 1 año y medio
Gabriel García Márquez demoró 18 meses en la escritura de Cien años de soledad
Gustave Flaubert tardó 5 años en la escritura de Madame Bovary
Juan Rulfo escribió Pedro Páramo en algo más de 5 meses
Julio Cortázar trabajó en la escritura de Rayuela por 4 años
Mario Vargas Llosa escribió La ciudad y los perros en alrededor de 3 años
Robert Louis Stevenson escribió frenéticamente durante un periodo de 6 a 8 semanas para finalizar Dr. Jekyll y Mr. Hyde
Vladimir Nabokov tardó 5 años en escribir Lolita
Y... ¿Por qué no Roberto Bolaños?
18 cuentos de Roberto Bolaños para leer online: http://guialiteraria.blogspot.com/2013/08/cuentos-roberto-bolano.html
- "Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario filosóficode Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debajo de la cabeza. Un libro es la mejor almohada que existe".
PARA ESCRIBIR UN CUENTO:
1. Nunca abordes los cuentos de uno en uno. Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.
2. Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
3. Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.
4. Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo, a Monterroso, a García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
5. Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.
6. Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.
7. Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!
8. Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
9. La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.
10. Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.
11.Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.
12. Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)