Mientras se desangraba por todos lados, Cristina recordaba cómo se había metido en aquel lío. La noche anterior se arregló como todos los fines de semana, sacó del closet su traje de puta más sugerente, y estaba consciente de ello; sin hacer el más mínimo caso a lo que le decía su madre, se fue dispuesta a encontrar uno o tal vez dos hombres que le quitaran por enésima vez su virginidad.
Llegó a un bar de prostitutas miserables y hombres desesperados, esperando calmar rápidamente la sed insoportable que le estaba incinerando el cuerpo por dentro. Sin perder el tiempo, observó a todos los hombres buscando a su víctima y como una pieza sobrante del rompecabezas miró a un joven que parecía haber salido de un cuento de hadas, era demasiado hermoso y muy inocente para atreverse a ir a ese lugar; aunque debió tener en cuenta ese pequeño detalle, no se detuvo a pensarlo.
Se acercó al rincón desde donde el joven miraba a todos con timidez, al llegar lo besó de sorpresa en la boca y le dijo sin preámbulo: - ¿Nos vamos de aquí?-. El muchacho un tanto desconcertado, pero con satisfacción por dentro, le dijo: -Está bien, vamos a mi casa.
Apenas llegaron, se le lanzó al joven y comenzó a meter sus manos por donde no debía, él sólo la dejaba. Ella tomó las manos del muchacho y las metió en su entrepierna, mientras él sonreía, pero sentía en ese momento que su estomago no soportaría más; así que la detuvo, la tomó por los hombros y le preguntó: -¿Crees en Dios? - Si creyera en Dios no estaría aquí, sería como Magdalena y yo soy una descarada que no cobra.
El joven la miró extrañado y le pidió que esperara un momento, al regresar la tomó por sorpresa y la golpeó en la cabeza tan fuerte que la mujer no tuvo tiempo de ver con qué. Qué sorpresa se llevó Cristina cuando despertó y a sus pies había un charco de sangre que salía de sus manos, sus pies, su cabeza y muchos lugares más.
Gritaba como psicótica porque el muchacho hermoso e inocente la había clavado de manos y pies a la pared, no se explicaba cómo no había podido sentir semejante dolor hasta cuando despertó; ahora estaba sola en ese cuarto enorme pensando entre su dolor, en lo que había pasado. El joven apareció de repente, pero su rostro había cambiado, traía en sus manos la Biblia y un pedazo de metal caliente con el cual marcó a Cristina en el costado. Le empezó a leer un capitulo de la Biblia mientras ella agonizaba, al terminar le dijo: -No te preocupes, esto es sólo una manera de enseñarte que Dios está en todas partes; y aunque no cobres, Jesús mi señor te está pagando.
En su desesperación, Cristina soltó una de sus manos, que se desgarró por completo y le aumentó el dolor que ya sentía; pero en su mente de puta sólo había algo, dejó de gritar soportando el dolor y le dijo al muchacho: - La próxima vez diré que sí creo en Dios. Él negó con la cabeza, tomó un cuchillo filoso y lo último fue el grito desgarrador de una puta sin costo.
María Alejandra Zambrano
María Alejandra Zambrano
Perversión. Genial, buen relato.
ResponderEliminarPerverso y lo que quieran decir decir, pero le falta substancia. No deja de ser interesante, por supuesto, pero debería seguir puliéndose mucho mas.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Lemarchand: "las manos donde no debía" por ejemplo, es una frase que no va con el relato, es como un sustrato materno moralista; el "qué sorpresa" es muy de cajón, como el "gritaba como psicótica" y; pareciera que "una puta sin costo" enmarca un juicio de valor que puede quitarle al relato: no suena irónico, sino prescriptivo.
ResponderEliminarEstoy tambien de acuerdo con los dos últimos comentarios. A mi parecer este es un relato que no debería estar colgado, le falta fuerza o "sustancia" como dice Lemarchand y se parece mucho a peliculas malas e interesantes como el "Vengador de Dios" ¿Qué está pasando en Coloquio?
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