Zig…zag…zig…zag, zig, zag, zigzag…Zigzagzigzag, zigzagzigzagzigzagzigzag …despierta.
Terminó, por fin; justo a las tres de la madrugada. Ella, viva, solemne, encerrada en aquel parásito que la mató lentamente; alimentándose de una placenta deforme y repulsiva, en un nido lleno de plumas blancas.
Estuve loco por ella, su historia me llevó a una infernal obsesión, a un anhelo por verla caminar otra vez. Fue entonces, cuando recurrí a aquella olvidada ciencia, que en un principio, sólo me otorgaba experimentos fallidos.
Y pensé en su pasado, en su extinción, en su amado Jordán; así como también en la red de sentimientos encontrados: desesperación, agonía, frustración, tristeza. Y la luz junto con la oscuridad invadieron mi cordura, sumado a un conocimiento prohibido; creí, interpreté, jugué a ser Dios.
Zigzagzigzagzigzagzigzag, Zigzagzigzag… Zigzag, zig, zag…zig…zag…levántate.
Los sueños y la realidad están tan cerca el uno del otro, que la frontera casi nunca es visible; un límite rodeado de una melodía de órgano, de un exquisito y angustioso canto de almas.
Tub..tuc..tub, tuc…se rompió el despojo. Sin ninguna complicación, ella brotó de aquel parásito de dos metros. Rompió la coraza violentamente, dejando al descubierto sus delgados brazos; luego caminó por el pasillo, luciendo una figura esbelta y alada.
Esquiva, fría y siniestra. Su mirada, reflejaba el inabarcable olvido, y a la vez, el peculiar abrazo de la muerte. Ella estaba nuevamente frente a mí.
- Alicia… ¿me escuchas?
- Huele a oxido, huele a dolor, a angustia…huele a sangre mezclada con azufre- respondió.
El capullo quedó destrozado, chillando, era como si la naturaleza invirtiera dos polos. De la boca del parásito salían plumas; cómo olvidarlas, era la misma descripción de la carta de Jordán, las mismas plumas carmesíes que cayeron desde el cielo el día de la muerte de Alicia.
- ¿Dónde está Jordán?
- Él murió hace diez años- ella se estremeció, sus ojos se llenaron de unas verdosas y espesas lágrimas. Disfruté verla llorar, no me contuve y dejé escapar una tenue sonrisa.
- ¿y por qué estoy aquí?- gritó amargamente.
- Porque a veces el destino es tan cruel que incluso los muertos se ven afectados, pequeña.
Estaba demasiado alterada, confundida. Su fuerza era descomunal, rompió los tubos de ensayo y los registros. Me sentí decepcionado, muy decepcionado. Alicia era un avance pero a la vez podía ser otro fracaso. La infelicidad quedó marcada en una mirada fría, y la perfección en un arácnido y esbelto cuerpo. El carmesí de sus plumas, le daba un aire entre lo gótico y lo sensual.
Estaba triste… pero los muertos no hablan, no existen, sus opiniones yacen en el olvido; incluso si fue una mujer enamorada, ya no valía la pena, era únicamente un objeto de mis deseos.
Activé los interruptores de seguridad, Alicia quedó envuelta en llamas. Sus gritos de dolor me generaron un sutil placer, se contorsionaba rítmicamente por el sufrimiento. Al final, las quemaduras se regeneraron en un par de minutos; no sólo había creado un ser distinto, sino inmortal, libre de cualquier daño permanente.
Codicia, la insaciable bolsa que nunca se llenaría, nubló mi juicio. Quería más poder, más seres como ella; ahora tenía los recursos, las herramientas, los legados de esa olvidada ciencia. Alicia era el principio de más resurrecciones, pero debía domarla primero, hacerle sentir el asco y el dolor en la inmortalidad. Estaba cansada, sus alas le pesaban. En una esquina, me miró con temor mientras yo sacaba otro parásito de mi bolsillo, derramó otra vez sus espesas lágrimas.
- Es una verdadera lastima, Alicia. Descuida, ya te acostumbraras a esto. Se sentirá muy rico tras un par de días, serás una niña muy obediente.
- Por favor, mátame. Ya no quiero seguir viviendo de esta manera.
- No digas eso. Ya no puedes morir, estás condenada, atada a mi voluntad… Es sólo un largo sueño, cuando despiertes encontrarás con quien jugar, ya no estarás sola, tendrás más hermanos si todo sale bien, pero no lo olvides, todo depende de ti.
Arrojé el pequeño despojo en su cuerpo, se adhirió perfectamente, absorbía los raquíticos líquidos de sus alas caídas. Sus gritos eran tan fuertes que se escucharon por toda la colina; el bosque era testigo de una segunda muerte, lenta, dolorosa, interminable. Dejé bajo custodia a Alicia y emprendí una travesía en busca de más especímenes y formas de resurrección. Los pergaminos me han hecho sentir más humano, encuentro placer en el asco, en el sufrimiento; no puedo parar una vez que comienzo, es un éxtasis que termina en un peculiar orgasmo.
Ahora entendía a Alicia. Cada minuto me regocijaba en aquel delicioso olor, una imaginaria esencia que día y noche percibía en los viajes…exquisito, sublime, proveniente del inframundo: ese olor… sangre mezclada con azufre.
* * * * *
Poema
Se abre una puerta, se cierra un olvido.
Vuelve la luz, seguida de la oscuridad;
devora el juicio, el amor, sucumbe ante el odio.
Lo que fue, se pierde en la materia podrida.
Hay un progreso, hay una evolución;
pero el alma, nunca vuelve a ser la misma.
Por: César Acosta Narváez.
César...otro enigmático integrante.
ResponderEliminarde verdad que muy enigmatico,,, en esencia
ResponderEliminarTextos así revelan una mente asesina ¿quién carajos es César?
ResponderEliminarun enigma
ResponderEliminarEs un cuento muy cruel. Si fuera un corto no soportaría verlo. :(
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