jueves, 10 de junio de 2010

Romeo y Julieta

-Buenas Tardes- dijo el hombre de unos treinta y cinco años, obeso, alto, de cabello negro, corbata y con un reloj de oro en su muñeca.
-Buenas tardes señor Romeo- respondió el otro,  un viejo,  de unos cincuenta años, también  obeso, canoso en los pocos cabellos que le quedaban. Lo acompañaba una  mujer bastante joven y hermosa. 
Pese a su apariencia el hombre hablaba con firmeza y sus movimientos eran bastante seguros: -No me andaré con rodeos, señores Capuleto ustedes ya conocen mis intenciones como se lo manifesté en la carta y he venido aquí por su hija, me interesa mucho desde el primer día que la vi y tengo el propósito de  casarme con ella, lo cual podría ser en una semana, el día domingo por ser sagrado –dijo abruptamente, el señor Romeo-.
-No podemos negarle ese derecho; sin embargo sería bueno nos resumiera, debido a su afán, sus recursos e intereses- indicó inquisitivo el señor Capuleto.
-Por su puesto no esperaba menos que hacerlo - Dijo mientras acomodaba su corbata.
-Soy abogado con varios años de experiencia, lo que me sirve para vivir bien y comer lo suficiente, como lo demuestra mi gran barriga; tengo una casa de dos pisos hermosamente decorada, con aire acondicionado y muchos electrodomésticos…  Se encuentra al suroeste de la ciudad y pueden visitarla cuando quieran. En cuanto a mis intereses,  me gusta mucho su hija y sé  que podrá  darme buenos hijos. Tengo todo para cuidarla y garantizarle muchas cosas: educación, cosméticos, viajes, salud, entre otras. La cuidaré bien, lo prometo. Y bueno por ultimo quiero llevar un matrimonio santo, enmarcado en las costumbres que nos dicta la providencia y de la que no debemos olvidarnos - expresó bastante persuasivo Romeo.
- Entiendo, lleva una buena vida por lo que veo y es profesional con experiencia- dijo mientras se sumía en sus pensamientos.
La sala se mantuvo en un completo silencio por unos minutos, mientras el señor Romeo esperaba su respuesta.
-¡No se diga más! Usted me ha caído bien. Sé que la providencia los bendecirá y  que cuidará bien a mi hija, la traeré ya mismo- exclamo bastante emocionado, en contraste con el silencio sepulcral y la actitud pasiva de la señora Capuleto.
Se levantó de su puesto y cruzó la sala hasta una de sus puertas, la abrió y entró.  Al cabo de algunos instantes trajo consigo una hermosa niña de aproximadamente cinco años de edad, pelo lacio bastante largo, delgada, piel en extremo blanca, vestida con un traje entero blanco con un lazo rojo en la cintura. Caminó con la niña unos pasos, quedando a pocos pies de la señora Capuleto. Acto seguido se arrodilló y dijo susurrando: - Julieta desde ahora ya no te cuidaré más, tu nuevo padre y algo más que éso, será este  señor que se llama Romeo, deberás hacer todo lo que él te diga, todo sin ningún temor, tendrás que jugar con él, abrazarlo, besarlo, pero en especial hacerle caso y así podrás aprender muchas cosas de él.
Julieta se quedó callada mientras miraba al suelo y a todas partes al tiempo, sin saber qué sucedía.  Su papá le dio un abrazo y se la entregó a Romeo. Éste la tomó por el brazo y la acercó. La abrazó, acarició su pelo y tocó cada parte de su delgado cuerpo. Luego metió la mano debajo de su vestido mientras la besaba en la boca. Julieta se quedó quieta y simplemente dejó que Romeo hiciera lo que quiso.
-¿Cuántos años tiene exactamente? - Preguntó después de terminar de besarla.
-Cinco años y cinco semanas-
-Bueno disfrutaré de ella, hasta que me dé hijos… - Con lo que soltaron una carcajada los dos hombres en el lugar-.
Después de esto Romeo sacó a Julieta de la gran sala y desde fuera se despidió, no sin antes pedirle a los padres que asistieran a su boda.
-Como les dije,  será en una semana,  en la Iglesia Central a las ocho en punto, los espero.
                                                           
                                      Eduar Ramos Barragán

Ansiedad

Siento ganas, muchas ganas, arrebatadas, incontenibles, desbordadas. Esta habitación es un martirio, este encierro es asfixiante. Quiero acción. ¿Por qué me limitan, por que se empecinan en decir que  esto tan agradable es una enfermedad? Acaso, ¿no es esto una necesidad fisiológica? Déjenme salir de aquí, prometo hacerlo solo una vez y con alguien conocido ¡por favor! No aguanto más, dos horas aquí han sido mucho, tráiganme por lo menos un cigarro, una botella de whisky, algo que calme un poco mi ansiedad.
¡Doctor!  Asómese a la puerta le prometo que le irá mejor conmigo acá dentro, usted sabe que lo necesito, por favor ¿Qué le cuesta? Haga de ese momento parte de la terapia.
¡¡¡Doctor!!! Impotente, Puto impotente! ¿Quién se ha creído para amarrar mis ganas en cuatro paredes? Lo que llevo entre pierna y pierna es mío…
-¡Katry! ¡Contrólese!
…un exquisito regalo de Dios, un deleitoso dulce que muchos quisieran saborear; usted sí es el maniático, obsesivo con su labor. ¡Enfermo! ¿A qué hombre se le ocurre encerrar en un cuarto oscuro y vacio a una mujer tan hermosa y ardiente? Usted no lo ve, es como extraño… ¡Maldito gay! Escúcheme’’… Déjese de moralismos, de profesionalismos; vamos tómeme, estoy en llamas ¿no quiere calentarse un poco? Quiero sentirlo aquí, dentro de mí, por favor no sea cruel…
- ¿Cómo se siente Srta. Katry?
-Con ganas de devorarlo señor… Se ve tan lindo, tan excitante. Mmm, esa mirada suya… Tómeme, tómeme, no sea así, yo sé que usted me desea, ya no ponga resistencia.
- Katry, contrólese, aléjese, suélteme.
*No. No lo voy a hacer, no quiero. Es normal que actúe así ¿no le parece? Jajá, además si algo he aprendido de la vida es a no controlar mis impulsos; todos y cada de uno de ellos me satisfacen, sea en el instante en que se arrebaten, en cualquier lugar, a cualquier hora; cualquier hombre es perfecto para moverse dentro de mí y, usted no me mire así, no se escapará, calme mis ansias querido doctor, qué mejor medicina que… ¿? Guao, está ardiendo en fiebre, quemémonos mutuamente.
-  Srta. Katry, por favor!!
-*¿Qué? Confíe en mí no se va a arrepentir, déjese llevar… Así, así, suavemente; está en manos de una experta y yo también. ¿O no?
- CLARO HERMOSA, ya deja de tocarme allí.
-Pícarón…! Demuéstramelo entonces… Dámelo todo…
- Rayos, qué más da? Siempre ocurre lo mismo.

Por: Liceth Paola Ruiz Ortiz
       (lizho)

Dora


El pasar de los días hace crecer más y más  esta cama  este cuarto. A mí queriendo aplastarme.  Me gustaría tenerlo a mi lado. Extenderé la mano tocaré su tosca mano su cuerpo bien formado su baba olorosa a nicotina su palomorenoaguado. Me sacudirádirá que es  cansancio. Me despertarán sus ronquidos sin perder tiempo prepararé café. Lo despertaré para que llegue al trabajo al despedirse un beso indiferente pero sabroso. Le advertí que los postes son y se marean no hizo ni pizca de caso siguió revolcándose con esas zorras ni siquiera una ni en el entierro del hermano llevó a la perra que vendía chance su familia es una alcahueta no respetó que  iba con mis dos hijos les di plata para que se devolvieran a casa esperé al final fuera del cementerio con el olor a muerte frente a nosotros mis uñas le marcaron la cara la hijueputa me arrancó cabello nada de éso sirvió lo amenacé otra vez con la mano en la masa te corto las bolas y a ella le pego un tiro Marcos me prestó un revolver tenía mucha energía guardada en el aire  cocinándoseñameplátanoolíamoslambíamos echó sopa fuera de mí acabó muy rápido nada lo hizo cambiar Daniel me dijo con el peor padrastro que hemos tenido te quedaste espía a María mientras se baña me mostró revistas y películas de sexo porque era hora de paja María dijo que una noche se paralizó porque la mano peluda le recorrió debajoencima de la ropa en la negrura de la mañana él con un billete de mil y un gracias por haberte dejado por ellos soy capaz de sacarme los ojos para darles de comer a él no lo quería perder no le reclamé hubo peleas y peleas nada de éso lo hizo cambiar hasta que el vaso rebosó. Ya no volverá. Está con la vendedora de pescado o con la confitera les pedirá experimentar por otro hueco paciencia porque esta quincena no puedo dar plata comprensión porque tu eres mi dueña la que vive conmigo no me veo con ninguna ¿Dios qué he hecho? ¿Por qué mis padres me tiraron como bolsa de pollo en manos de Abuela? ¿Por qué hubo tantos maridos como abortos? ¿Por qué creer encontrar el amor y perderlo como la moneda que se cayó en el excusado mientras cagaba? Todo y todos me han abandonado como el niño a su madre después del aborto. Ya no aguanto. Ya no pienso. Tengo otro palodobladogrande. Soy ahora la otra. ¿Su mujer sentirá que la respiración es un gusano? ¿Ganaría un televisor de segunda y una cama ruidosa? Estará acostada escuchando el llamado de la noche. Su garganta está seca. Sus pies calientes. Dudará. Prender o no prender el foco. Mirar o no mirar en el espejo el sudor las arrugas el dolor. Ir o no ir por agua a la cocina. Entrar o no entrar silenciosamente al cuarto de sus hijos arrodillarse llorar besarlos despedirse. Permitir o no permitir a la cuerda o el matarratas que ayuden de una vez por todas a la noche a extender sus bonitas alas sobre ella.
POR: JUAN MANUEL GONZÁLEZ SEQUEDA

Seis en punto

Por Joaquín Ramírez Jiménez

Difícil precisar quién sería el próximo en la lista; la distancia entre uno y otro eran las tristezas y angustias que los separaban a abismales kilómetros mentales; mas difícil el trabajo de penetrar en conciencias (consideradas a sí mismas banales) sin primero haber conocido las propias. El camino: el mismo, quizás distinto, los motivos: dispares y absurdos como todo en el mundo; lo cierto es que buscaban ser la nada, una forma cruel de la no existencia: ¡el auto exterminio!
Primero fueron tres, luego seis; valiosa pista para desconfiar de la única banca de concreto ubicada en el parque central. Su procedencia: una pregunta aislada de respuestas; la hora escogida: la misma de siempre, justo antes de la puesta de sol, aproximadamente a las seis de la tarde, el caso: un total misterio, considerando que lo único en común de las muertes era la hora y el lugar en el que se encontraban las víctimas.
Los representantes de la ley tardaron mucho en resolver el enigma.De lo que sí no hubo duda (justo después) fue de que el culpable era un “ser inanimado”: ¡la solitaria banca! Las primeras muertes fueron accidentales, luego, la banca servía de refugio a los valientes dispuestos a abandonar  el perecedero y ostentoso mundo terrenal, hombres que vagaban cabizbajos por las calles sin ningún anhelo de vida o esperanza de beneficio, tal vez progreso; desahuciados mentales, vivos sin alma con una llaga cubriendo sus rostros, desesperanzados sin sueños, individuos queriendo retornar a su génesis primitiva. ¡Melancólicos suicidas de una raza maldita!
Algunas veces (aun conscientes de la maldición del lugar) unos pocos se sentaban, levantándose inmediatamente arrepentidos, demasiado tarde, el daño era irreversible. Uno a uno fueron cayendo los tristes habitantes del desgraciado pueblo engrosando las filas del frio y desolado cementerio. El caos era insoportable: ¡ya hasta los niños tomaban la difícil y desquiciada decisión! El sacerdote, los vagabundos, los representantes de la ley, los niños, los ancianos y hasta los forasteros convenían en la misma decisión. Las filas eran interminables, algunos madrugaban, otros ni siquiera dormían y la mayoría se pasaban meses esperando su turno.
Se tuvieron que construir más cementerios, la mayoría improvisados en la casa de los desgraciados difuntos. A las seis de la tarde la agitación, el desespero y las peleas se multiplicaban como hormigas ansiosas saliendo de sus madrigueras. Hombres y mujeres cuidaban los puestos como bestias salvajes. Inevitablemente el pueblo  empezó a quedarse solo; los rostros de los sobrevivientes eran rostros de duda manifestada en lo problemático y complejo de tal decisión.
El caos era tal que las actividades laborales y todas las instituciones fueron abolidas; los hospitales, las iglesias, los negocios, asilos, escuelas, etc. Fueron cerrados, quedaba solo la cuasi infinita fila y la tez amarillenta a causa del poco consumo de alimentos por parte de los afligidos.
No se sabe con certeza, que llevó a los habitantes a resignarse por completo al sin-sentido y abandonar tan apresuradamente sus labores terrenales para pasar a otro “plano superior”. Lo cierto es que el pueblo quedó totalmente abandonado y deshabitado y… De tarde en tarde,  justo a las seis, se puede ver estacionado al lado de la banca, a un anciano desdentado  y decrépito que cobra a los tristes forasteros (que se atrevan a tomar la decisión) altas sumas de dinero  ¡a cambio de un suicidio digno y respetable!

un día

entra se cuela menudito el chorrito bajo la puerta caminando hasta la cama en los ojos abiertos tan abiertos como pueden estar los ojos en ese momento en el que todavía se está soñando un poco de brisa que se devuelve a la puerta para abrirla a los ojos mirando el camino allá abajo como una gran serpiente verde sol colándose entre los árboles a lado y lado enormes apretaditos árboles se mecen con el viento filtrando millones y millones de rayitos de luz caen sobre un montón de espigas amarillas como tierra menuda oscureciéndose luego junto con todo el resto negrahúmeda gotitas de agua suben una a una se meten en los poros y los árboles muy altos las escurren agitado plic tan altos que se acuestan casi sobre un lago allá al fondo esferas muy brillantes en el agua negra árboles cada vez más altos escurriendo plic extraños frutos violetas grandes como las manzanas más grandes se desprende pluuf brillante en el agua negra enorme plancton el agua lo chupa como si fuese suyo en el fondo estalla azul la yema de los dedos derramando azul espeso en cada poro plic el cuerpo escurre azul cada hebra plic hasta la hierba llena de pequeñas gotas tras de sí el bosque verde sombra se abre a los pies primero el talón y luego el resto hasta enterrar las uñas en el valle empapado de minúsculas gotitas en el cabello laaargo largo arrastrando consigo todo ese azul sobre la hierba  entre las cortezas nudosas llega hasta las copas atraviesan la noche salpican la oscuridad y ahí está el camino trepando la colinazul hasta la puerta plic en la cama el cabello suspendido se derrama interminable cada gota entre la tierra caminando en la madera reptan hasta el techo escurriendo plic sobre los párpados hasta que pluuufffffff azulinmenso

M. Carolina Pérez D.